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Los que nunca han encontrado el Paraíso por Ana Hilzerman


El niño, de no ser el falo, prefiere no ser.

Mustafá Safuan

Cuando el sujeto ha sido desalojado del amor, nos encontramos con una extraña pa­radoja: la posición que el analista oferta dando un alojamiento posible, a fin de crear el amor de transferencia, en muchas ocasiones tal posibilidad de amor es rechazada; y al vislumbrar que es posible dejar de padecer la vida como tragedia, reivindica con orgullo el sufrimiento insistiendo en mantener el mal estar y el padecimiento hecho satisfac­ción; la amenaza de la cura es temida, aduciendo que si deja de padecer, deja de sentir Presentaré dos pequeñas viñetas. La primera no permite crear un fantasma posible, la segunda crea su fantasma. Desaparición, dejar plantada.

Estoy harta de vivir, y no se qué hacer porque no soy capaz de cometer sui­cidio. Mi situación es hiper deplorable vivo lamentándome mi vida y mi inca­pacidad para quitármela. ¡Me odio!

Solo siento placer en lastimarme, cor­tarme. Por muerte no hay cicatrices. Evitar crisis me deja muy aburrida, ne­cesito algo que desgarre mi existencia, es terrible esto ¿no?

Vanesa fue concebida como un fibroma Dice no tener recuerdos, y apenas se expresa en voz muy baja y desconfiada. Becada por una prestigiosa universidad llega de Salta, y hace un acting, irrumpiendo en la universidad con un coma alcohólico. Manifiesta que así como era aplaudida por sus notas del mismo modo era expulsada de los colegios desde el jardín de infantes, no reconociendo ninguna causa que lo motive. En sus sesiones prácticamente no habla pero al salir envía constante mensajes de texto alarmantes y otros insultantes.

Falla de la constitución subjetiva, neurosis actuales. Su discurso se presenta imperioso, urgido de sentir, desbordado de angustia, desmedida y desbordante.

Trauma psíquico sin represión en un continuo retorno. La libido narcisista inviste al yo satisfaciéndose de él. Este yo ideal queda como único objeto y constituirá problemas graves del narcisismo. Yo mal dicho sin velo de engaño amoroso. El otro de los mandamientos merced de la pura voz; proliferan frases injuriantes como nombres. “No sos nada, “a nada llegarás en la vida”. La injuria narcisita no le permite al sujeto ser arrancado del fondo del espejo, quedando fallida la operación del padre y en déficit del rasgo unario. Quedará el yo ofrecido como objeto de goce. No pudiendo ir más allá de la captura especular.

Se repiten las marcas de la temporalidad en lo actual, el futuro se achata a lo inminente, el ritmo temporal queda regulado para perentoriedad cruda de lo pulsional. Todo, ahora y ya.

Tener un mundo es poder recordarlo y, sin recuerdo, ya no es posible dormir, trozos de vida real despiertan a la pesadilla.

La voz superyoica opera como pura orden descarnada desde el Otro. Imperativo que re­clama obediencia y convicción quedando un vacío que no garantiza el amor. Se manifiesta como reproches, sufrimiento interminable, marcas en el cuerpo, angustia desbordante.

El masoquismo inmanente, de la vuelta del sujeto contra sí mismo y de la cura contra sí misma arrastra del padre, lo peor. Necesidad de castigo inconsciente como ofrenda sacrificial al padre pura presencia de la pulsión de muerte. En estos casos particulares queda claro que la fuerza pulsional no ha encontrado ni imagen ni palabra que se arro­gue su representación. De allí, su furiosa eficacia. Eficacia caprichosa que no ha podido ser gobernada por ninguno de los principios que rigen el aparato psíquico y escapa a toda legalidad, absurda lógica.

¿Lógica perversa en tanto capaz de transgredir con tal de hallar una vía de satisfacción?

Marina llega después de dos intentos de tratamiento, decepcionada, en un estado de angustia desbordante; una vez más, su amante había desaparecido.

Por ser única mujer había tenido un lugar privilegiado en la mirada de su padre quien nunca se había atrevido a “tocarla”, no así como a sus hermanos quienes recibían gol­pizas terribles. En el despliegue de su tratamiento debe reconocer que su padre fue el asesino de su madre, del cual procuraba renegar.

Su madre, víctima del maltrato paterno, justifica los reiterados abandonos a sus hijos. Marina indujo a su madre a huir con sus hermanos, hecho que ocasionó el asesinato de su madre.

Marina regresa a vivir con su padre amparándose en la promesa de amor de éste. Pro­mesa rota por las condiciones que el padre le imponía: ella debía someterse a ser un objeto más de exhibición de sus pertenencias.

Marina desafía al padre y se hace golpear brutalmente para denunciarlo a la justicia, y pedir la exclusión del hogar, hecho que consigue y así también tener un hombre que la ame quien se convertirá en su marido no sin antes haber rechazado su amor por las virtudes de su amante.

Con el deseo de un hijo se empieza a preguntar qué es ser una madre y descubre que su madre también la dejaba plantada. En realidad, ella había sido un sostén para su madre; madre de su madre, declara: “no tengo padres”.

Marina, después de este reconocimiento, desaparece del análisis. ¿Pasaje al acto o fin del tratamiento?

Dos extremos de la falta de amor: el primero en el deseo de muerte, el segundo, donde la apuesta del amor de transferencia fue posible con este final.

Dejo los interrogantes.

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