El imperativo social y el imperativo de la pulsión
Tal vez como texto y seguramente mas como pretexto para hablar del tema que nos convoca, comenzaré con dos relatos, uno sobre la trama de un aviso publicitario y el otro, de la clínica, el de aquello que escuché en una primera entrevista. En primer lugar recordaré una publicidad, aún con la pérdida que implica no contar con la fuerza de las imágenes. El comercial muestra el encuentro de un hombre y una mujer. Ella, una joven muy bonita y muy producida, se acerca a él, un hombre apuesto, conocido actor, que está apoyado en su reluciente auto. La muchacha le dice: “Vos sos…él con cara de satisfacción, al sentirse reconocido está por asentir, cuando ella prosigue…el dueño del Toyota?. Con cierta desilusión le facilita las llaves, ambos suben y ella comienza a manejar a extrema velocidad, poniendo a prueba una máxima potencia ante el asustado caballero. Terminan la vuelta, descienden de la máquina y el insiste con un te gustó? Que quiere sonar a un te gusto?’. La joven devolviéndole la llave, le responde: “esta bárbaro tu Toyota!, para darse vuelta y volver al lugar desde donde la vimos salir. Distinto, pero con algo en común le sucede a Pablo, quien tiene 30 años cuando llega a la primera entrevista. Decía sentirse muy mal, “no dar mas”. Esta última expresión fue reiterada varias veces. Invocaba mucho cansancio, pero no solamente el del trabajo, sino también el del desgano a raíz de una angustia excesiva. Aclara que esto le sucede a pesar de estar medicado desde hacía seis meses, cuando enviado a EEUU, por la empresa en la que ocupa un puesto importante no pudo asistir a ninguna reunión. Tenía palpitaciones, mareos, ganas de llorar, pensaba que se iba a morir o enloquecer. No salió por tres días del Hotel, el tiempo que debía estar, simulando un estado gripal para que no adviertan su situación. Viajó de vuelta como pudo , y dado que ese estado persistía fue a ver a un Clínico primero y a un Psiquiatra después. Le diagnosticaron Ataque de pánico, por stress , le dieron un antidepresivo y un medicamento para la angustia. Pablo es economista. Se recibió en una costosa y conocida Universidad privada que le otorgaba la posibilidad de hacer un Master en el exterior e importantes conexiones laborales. Pudo acceder a esa casa de Estudios a través de una Beca, lo que le exigía un promedio determinado para no perderla. Al recibirse obtuvo lo esperado: la especialización afuera y el puesto en la Empresa en la que se desempeña desde hace dos años, habiendo avanzado en progresivas posiciones. Un alto sueldo, celular , computadora personal y viajes con importantes viáticos compensan el trabajo que le ocupa mucho tiempo. No tiene horarios ni vacaciones que pueda anticipar. El hablar parecía una explosión o catarata de palabras referidas a su actualidad y, acerca del permanente temor de que le volviese a ocurrir lo mismo. Sobre su familia y otros lazos, dijo muy poco y respondiendo a alguna pregunta que le hiciera. Esta de novio con una joven de su Facultad, con la que piensa casarse más adelante. Es hijo del medio, único varón entre dos hermanas, de un matrimonio que se separó cuando el tenía cuatro años. Hasta aquí, estos dos relatos, que no desgarradores, aún, muestran aquello que de coagularse o incrementarse amenaza, con un deslizamiento en la pendiente de un mas allá del principio de placer, cuya consecuencia sería lo descarnado. La propuesta de estas Jornadas invita y desafía a hablar de lo social y de la pulsión, antecedidos ambos términos de un denominador común: el imperativo. El título nos trae además un orden lógico y una articulación que es un Y, es decir una conjunción que puede orientarnos a la hora de formular hipótesis. Continuando con el espíritu freudiano las enseñanzas de Lacan van más allá y presentan otra manera de pensar el Inc. Los desarrollos de la lingüística moderna le proveyeron los modelos para sobrepasar el plano del signo, determinando otro plano, el del significante , desde el cual muestra como leer novedosamente la clínica freudiana. El inc está estructurado como un lenguaje en un aforismo que no ha de quedar allí. Desterrada la idea de pensarlo como un segundo sentido, resalta el carácter de lo que nombra como pulsación temporal. Movimiento de apertura y cierre, de corte, por lo que el inc es una presencia fugaz. El concepto de pulsión se reformula destacándose aun mas su lugar en la clínica. Ubicada por Freud como límite entre lo psíquico y lo somático, es para Lacan límite entre el sujeto y el Otro. Otro que será redefinido en torno a la falta y a lo imposible. La pulsión es ya un modo de decir, aunque sea un modo de decir que uno no sabe nada de lo real, pero también es una posibililidad de hacer algo con eso. Ubicada como vía de acceso a ese real que a su vez es imposible, la pulsión es pensada como aquella que escapándose de la representación, presentifica lo que es del orden de una satisfacción en demasía. El “penar en demasía” del sujeto que sufre es producto de una satisfacción en exceso que sitúa al goce casi sin la barrera del principio de placer, es decir un goce con escasa regulación cuando la ley de la versión del padre decae. Se trata de una clínica que propone trabajar la gramática pulsional, que se sitúa, sin descartarla, en otra dimensión a la de una lógica discursiva deseante, porque el recorrido de la pulsión se encuentra todavía incompleto, fracasando así la posibilidad de armar un síntoma. De los actings, de los pasajes al acto, así como de las inhibiciones, solemos decir, con razón, que no tienen la estructura del síntoma, de las formaciones del inc.. no obstante, responden a un significante, a un significante que no puede ejercer o cumplir con la función de sustitución en la cadena. En tales situaciones, encontramos reinando el orden Imperativo como categórico. Un imperativo, que si bien está en todas las producciones del sujeto, cuando no puede sustituir, se halla especialmente detenido o congelado, presentificando una ruptura de la articulación simbólica. Hemos ido entrando en la dimensión del Imperativo en la que propongo detenernos para recordar aquello que lo caracteriza y que no es casual que Freud lo identifique con el superyo. En consonancia con el tema de las Jornadas y sirviéndonos de Lacan, una vez mas, podemos avanzar diciendo que el imperativo de la ética kantiana anticipa la del capitalismo, la del discurso prominente de nuestra época. El elemento que es preciso subrayar es la función del Otro social como oferta continua de satisfacción, pasando por lo tanto a ocupar el lugar de Imperativo. El imperativo es un mandato, que dice lo que el deber manda, y lo manda de un modo incondicionado. El sujeto queda forzado al cumplimiento ciego de la orden. En tanto imperativo el superyo no esta regulado por la ley. No hay función significante y desde esta perspectiva no es heredero del complejo de Edipo. Perspectiva que Lacan acentúa homologando la orden insensata ala pulsión invocante, en tanto resto de voz puro y vivo. La pulsión escópica cumple también su acción como resto perseguidor. Ambas derivas, invocante y escópica dejan y señalan un resto intramitable, fuera de toda ley, que hace que se lo pueda describir como imperativo de la pulsión. Si bien esto es una situación de estructura, en tanto nadie escapa al goce, se trata de gozar acotadamente, para lo cual será preciso que opere la interdicción. Será preciso que el discurso guarde un lugar de imposibilidad. Lugar de imposibilidad de satisfacción plena. La relación con el discurso social que nos habita, lleva a pensar que aquello que lo caracteriza es una modalidad de lazo cuyo motor ya no es la enunciación de alguien,, sino un saber de enunciados, un conjunto de dichos que podemos calificar de acéfalos. Hoy, no solo los objetos y el dinero son acumulables. Los dichos también revelan esa condición por la cual se olvida el decir, para no retener mas que lo dicho. El saber parece haberse hecho anónimo, con una progresión y proliferación abandonada a si misma y auto encadenándose. Los decires se vuelven universales. Enunciados como, “Hoy todos tenemos stres”, “si no sabes computación no existís”, “si no entras al sistema te caes”, y tantos otros nos demuestran como lo universal sacrifica y excluye lo singular El nuevo lenguaje que se ha extendido y se consume cada vez más, tiene el formato de las órdenes insensatas. Se trata de un hacer para no pensar, de un hablar para no decir, o para decir algo que significa una sola cosa, que no se interroga. Hay otra consecuencia, que no es banal: la prevalencia de ese saber de enunciados hace que la historia pierda importancia y que se crea que basta comunicar la información para que esta llegue al sujeto. Cuando a pablo, ese joven del que les hablè al comienzo, le dijeron que tenía ataque de pánico, lo uniformaron en un diagnóstico ,listo para llevar, muy de la época, lo cual en principio lo tranquilizó. También le dieron una medicación, que por un tiempo lo alivió. Pero lo excluyeron de la palabra, de la escucha de lo singular que había en ese momento de su vida, con la particular historia que ha tenido. El persistir de su padecimiento lo acercó al análisis. Su llegada desde una angustia que se le hacía insoportable, requirió y requiere de eso que Lacan propone como dosificación. Fue al cabo de un tiempo y en contraste con las limitaciones que tenìa en su vida cotidiana, que en la transferencia se fue dibujando un espacio. Un espacio para que el padecimiento de lo actual fuese alternando con asociaciones y recuerdos, que lo traían una y otra vez en un encierro con una madre muy sufrida y a la vez insufrible, sobre todo para con su ex marido, padre de Pablo. Una madre muy estricta, en especial con ese hijo, a quien desde chico lo reservaba el lugar de quien debería mantenerla económicamente, como ella lo hiciera con su propia madre. Pablo era el señalado por su capacidad para que ella no tuviera privaciones. El ser escuchado e interrogado en los dichos certeros que el nunca se había cuestionado, fue permitiendo abrir un espacio entre el discurso del Otro y el del sujeto, entre los dichos de la madre, los dichos de los distintos gerentes y directores que poblaban su mundo laboral y los que el podía enunciar. Abrir esa brecha fue importante. Su desasosiego se fue entramando y diferenciando de enunciados congelados, detenidos que funcionaban aislados de aquel que habría de enunciarlo. Este punto lleva a pensar en la cantidad de respuestas prefabricadas, que como los objetos atiborran al sujeto convirtiéndose en aspiradores del deseo. El deseo y el amor quedan de lado porque el enigma suele ser convertido en certeza. Esto sucede hasta con el encuentro amoroso el que frecuentemente pasa a ser convertido también en tema de mercado. La angustia, la incertidumbre por la pregunta que desea el otro reciben una respuesta inmediata. La publicidad muestra que esa joven bonita quiere el Toyota. Lo quiere como objeto que reluce y para andar a toda velocidad. El deseo y el amor quedaron reducidos a un precio , el que sale consignado al final del comercial y a una vuelta sobre si mismo. La encerrona no es menor: el que no tiene el objeto o el dinero para comprarlo queda golpeado en tanto carente. En cuanto el que lo tiene quedara reducido a la tensión de que será lo próximo a adquirir para no quedar afuera. Si antes el sujeto aprovechaba los avatares de su historia par evitar asumir las consecuencias de la castración, hoy aprovecha ademas lo que le es proporcionado por el mandato de lo social. Se produce una superposición entre el mandato social y el de la pulsión , mostrando una impresionante mutación del sujeto deseante al de un sujeto gozante, que padece en demasía de un lleno o de un vacio. Ya en l938 Lacan hablaba de la impotencia y la utopia, a las que calificaba como madrinas siniestras que se instalan en la cuna del neurótico contemporáneo. Casi ochenta años después asistimos a sus efectos y a la acentuación de esa dos categorías que se proponen para sortear y borrar la falta. Y ya para concluir vuelvo al titulo de estas Jornadas y a lo importante de lo que nombra. Frente a este contexto cultural que nos toca, el psicoanálisis se ocupa también de una gramática pulsional que posibilite un lugar para el sujeto. Allí, donde la pastilla se ofrece como único y masivo recurso para borrar la angustia, amordazando y evitando las palabras que intentan ligarla, , allí donde estudiar ingles y computación comienzan a mostrar que fallan en la propuesta de un futuro asegurado, allí donde la tecnología y una cantidad de objetos de su fabricación que teóricamente han de servirnos, van creando una servidumbre al revés, y en tantos otros allí, el analista encuentra un sitio. Para que esto sea posible es preciso establecer el lugar desde el cual escuchamos, el que depende del concepto de sujeto que regula la lógica de la cura. Entre lo universal y lo particular queda un intervalo y tratar de poner en producción ese espacio es lo que entendí y entiendo como invitación a que estemos reunidos aquí. Marta Mor Roig